A "Fierro", un simple herrero y al gran periodista Mauricio Borghi. Los muertos con una voz clara, nos contaron aquella mañana la vez que volviste al monte prohibido y su ciudad encontrada, con el cuerpo de esa niña llamada Magdalena que Elías bien conoció durante los tres veranos últimos de su niñez, viviste semanas enteras en ese jardín sagrado, visitaste la casa de todos los muertos y hablaste con ellos de aquel a quien habías venido a esperar, recorriste con desnudos y solemnes pasos los caminos que desembocan en otros y que están poblados de nombres, fechas y manos frías. Tomaste entre tus manos calientes las flores silvestres en el cariño de los que allí intentan el sueño. Sufriste a veces de hambre o de frío pero luego eso dejó de inquietarte; pues encontraste la bóveda anónima donde estaban los restos de tu antigua vida. El ángel de piedra sobre la cúpula intentó detenerte, ya no quedaba nada de tu antiguo cuerpo de mujer salvo la mortaja firme que alguna vez te separó.
Como Elias nunca apareció (como ella hubiera esperado) pensó en el rechazo, fue ahogada por la culpa y la vergüenza. Una semana después cuando el bosque de acacias supo sus intenciones la encontró con la laguna Estigia, así la llamaron alguna vez en ese pueblo y pensó en él cuándo abandonó sus ropas y se dejó tragar por las aguas como la forma palpable de la noche. Tocó esa muerte con sus dedos, en el agua que la rodeaba, la vio en su imagen deformada por anillos que se abrían para desvanecerse y en el espasmódico vapor de su vientre. El agua la cubrió toda y la llevo hasta el fondo para calmar su dolor
Como Elias nunca apareció (como ella hubiera esperado) pensó en el rechazo, fue ahogada por la culpa y la vergüenza. Una semana después cuando el bosque de acacias supo sus intenciones la encontró con la laguna Estigia, así la llamaron alguna vez en ese pueblo y pensó en él cuándo abandonó sus ropas y se dejó tragar por las aguas como la forma palpable de la noche. Tocó esa muerte con sus dedos, en el agua que la rodeaba, la vio en su imagen deformada por anillos que se abrían para desvanecerse y en el espasmódico vapor de su vientre. El agua la cubrió toda y la llevo hasta el fondo para calmar su dolor
Existe una costumbre muy antigua en la gran estancia Villa Hayes. Aquellos que se suicidan lamentablemente no pueden descansar en el cementerio que está detrás de la capilla. Vecinos y policías supersticiosos no tocaron nada salvo tu cuerpo frío, para abandonarlo al fin en una bóveda antigua de la ciudad encontrada. Un mausoleo que ya fue tuyo una vez con el ángel de piedra encima señalando siempre el camino de regreso. Una ceremonia sencilla solo con tu madre Mercedes y tu padrastro Don Aceval. Luego pusieron un candado, tu imagen, tu nombre, un rezo y te olvidaron para siempre.
Elías nunca supo eso, jamás se lo dijeron y su padre el severo Don Alberto Aceval sólo murmuró en un almuerzo que te habías marchado para convertirte en una monja, que ya no volverías a pasar ningún verano en nuestra estancia. Verdaderamente el joven Elías creyó que te habías olvidado de él.
Don Alberto Aceval amenazó con la muerte a todo aquel que tan solo te nombrase y amenazó con cosas peores que la muerte a quien le dijese a su hijo el destino fatal de la joven. Don Aceval nunca amenazaba en vano y fue así que por primera vez en sus tres siglos de historia, el pueblo de Constancia bien supo guardar un secreto. Un logro mas en la lista de aquel tirano capataz.
Diez años después tras una fuerte discusión con su padre, Elías deja Constancia para ir a la capital. Consiguió su primer empleo como fotógrafo en la sección de turismo de la editorial Perfil. Con el tiempo tanto por ser soltero como por su gran facilidad para redactar artículos de viaje, fue puesto a cargo de la sección de turismo tanto del diario Perfil como de la revista Siete Días. Allí fue (Ignoro si fue por el profundo odio que le profesaba a su padre) que el empezó a firmar con el seudónimo de "Mauricio Borghi"
Tiempo después Elias de Aceval o Mauricio Borghi comenzó por alguna razón a buscar el claustro de monjas donde pudiera estar recluida Magdalena. No lo encontró jamás, solo hace un mes atrás busco y encontró aquel internado católico en la Capital federal donde Magdalena se había criado. Pero allí no se encontró con las respuestas que él esperaba.
Desde aquel verano, aquel en que supo las noches y los amaneceres desde los techos de la primera casa, Magdalena nunca había regresado al internado. Una monja antigua le dio por primera vez la confidencia después de tantos años de mentira: la noticia de que ya te habías dado muerte sobre el pueblo de Constancia, en aquel último verano, en las aguas del silencioso lago Estigia.
Don Alberto Aceval amenazó con la muerte a todo aquel que tan solo te nombrase y amenazó con cosas peores que la muerte a quien le dijese a su hijo el destino fatal de la joven. Don Aceval nunca amenazaba en vano y fue así que por primera vez en sus tres siglos de historia, el pueblo de Constancia bien supo guardar un secreto. Un logro mas en la lista de aquel tirano capataz.
Diez años después tras una fuerte discusión con su padre, Elías deja Constancia para ir a la capital. Consiguió su primer empleo como fotógrafo en la sección de turismo de la editorial Perfil. Con el tiempo tanto por ser soltero como por su gran facilidad para redactar artículos de viaje, fue puesto a cargo de la sección de turismo tanto del diario Perfil como de la revista Siete Días. Allí fue (Ignoro si fue por el profundo odio que le profesaba a su padre) que el empezó a firmar con el seudónimo de "Mauricio Borghi"
Tiempo después Elias de Aceval o Mauricio Borghi comenzó por alguna razón a buscar el claustro de monjas donde pudiera estar recluida Magdalena. No lo encontró jamás, solo hace un mes atrás busco y encontró aquel internado católico en la Capital federal donde Magdalena se había criado. Pero allí no se encontró con las respuestas que él esperaba.
Desde aquel verano, aquel en que supo las noches y los amaneceres desde los techos de la primera casa, Magdalena nunca había regresado al internado. Una monja antigua le dio por primera vez la confidencia después de tantos años de mentira: la noticia de que ya te habías dado muerte sobre el pueblo de Constancia, en aquel último verano, en las aguas del silencioso lago Estigia.
Deberían estar atentos todos ustedes; ya que ella mora también en sus sueños, los acompaña de puerta en puerta con una brisa. Unos pasos en el umbral luminoso, Fragantes acacias antes de que la puerta se cierre. Recuerden, las acacias mantienen un diálogo con ella sobre silencios y voces de muertos.
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