Otra vez me encaminé con el bolso y el facón ensangrentado hacia el primer pueblo de Constancia y su viejo cementerio. Aquel día ya parecía eterno, como esa historia donde el condenado Sísifo sube una y otra vez una piedra por el infierno.
Debía encontrar a Borghi y pedirle que se entregara. Lo poco que pude enterarme es que al correntino lo venían fajando hace varias horas en la comisaria para que confesara un asesinato que él no había cometido. Ese hombre no podría resistir muchas horas más sin confesar.
El miedo y la euforia me estaban moviendo otra vez sin tomar conciencia siquiera de las espinas que las acacias me clavaban. El monte me largó al fin sobre ese claro del cementerio con mucha sangre y barro entre las ropas. Grité a Borghi sin obtener respuesta, lo llamé por el primer nombre de Elías y entonces los muertos me contestaron como los ángeles de piedra que decoran las tumbas y señalan el oeste. El oeste es el camino hacia el Estigia.
Volví al auto y tomé rápido el camino hacia la laguna memoriosa, busqué por horas alrededor de las aguas. Allí no había ningún rastro de Borghi. A pie seguí bordeando el arroyo tranquilo que viene del río Leteo y fue allí que lo vi. Borghi estaba tratando de nadar a unos cien metros de distancia, por las lluvias el río venía inusualmente con un gran caudal, lo estaba alejando. Corriendo comencé a bordear el río y a llamarlo. Estaba seguro que me había visto pero aun así me ignoraba, solo cuando logré estar frente a él se dignó a mirarme. El río había hecho su trabajo, ya no me reconocía.
Debía encontrar a Borghi y pedirle que se entregara. Lo poco que pude enterarme es que al correntino lo venían fajando hace varias horas en la comisaria para que confesara un asesinato que él no había cometido. Ese hombre no podría resistir muchas horas más sin confesar.
El miedo y la euforia me estaban moviendo otra vez sin tomar conciencia siquiera de las espinas que las acacias me clavaban. El monte me largó al fin sobre ese claro del cementerio con mucha sangre y barro entre las ropas. Grité a Borghi sin obtener respuesta, lo llamé por el primer nombre de Elías y entonces los muertos me contestaron como los ángeles de piedra que decoran las tumbas y señalan el oeste. El oeste es el camino hacia el Estigia.
Volví al auto y tomé rápido el camino hacia la laguna memoriosa, busqué por horas alrededor de las aguas. Allí no había ningún rastro de Borghi. A pie seguí bordeando el arroyo tranquilo que viene del río Leteo y fue allí que lo vi. Borghi estaba tratando de nadar a unos cien metros de distancia, por las lluvias el río venía inusualmente con un gran caudal, lo estaba alejando. Corriendo comencé a bordear el río y a llamarlo. Estaba seguro que me había visto pero aun así me ignoraba, solo cuando logré estar frente a él se dignó a mirarme. El río había hecho su trabajo, ya no me reconocía.
Magdalena eligió terminar con su vida en las milagrosas aguas del Estigia. Por eso ella no pudo olvidar nada a pesar de la muerte, por eso su cuerpo se mantuvo incorrupto y hermoso por tantos años. En cambio este pobre hombre loco solo quiere desaparecer y elige las otras aguas, la del río que olvida ¿No sabes ingenuo Elías que los ríos también tienen un alma? ¿No sabes que este ladrón también me es conocido? Primero tomará los mas valiosos, tus recuerdos más atesorados y si todavía te atreves a seguir en él por más tiempo... se llevará todo hacia el mar.
Estabas agotado y pálido. Noté que estuviste varias horas luchando contra las aguas. Te noté desesperado y a punto de rendirte, así interpreté que el astuto Leteo te había hecho olvidar que habías entrado en sus aguas para matarte.
Seguramente por el tiempo en que estuviste luchando en sus aguas ya nada quedaba de ti. El río te abrazó hasta lavar completamente tu vida. Qué irónico, todos esos años con una vida y un nombre falso para engañarnos a todos y ahora el destino te mira con su cara más espantosa y burlona. Has perdido todo, tu nombre, el nombre grave de tu padre, la cara suave de tu madre, la voz amada de Magdalena, todo has perdido, menos lo que has venido realmente a perder a este pueblo después de 20 años de destierro: tu vida.
Estabas agotado y pálido. Noté que estuviste varias horas luchando contra las aguas. Te noté desesperado y a punto de rendirte, así interpreté que el astuto Leteo te había hecho olvidar que habías entrado en sus aguas para matarte.
Seguramente por el tiempo en que estuviste luchando en sus aguas ya nada quedaba de ti. El río te abrazó hasta lavar completamente tu vida. Qué irónico, todos esos años con una vida y un nombre falso para engañarnos a todos y ahora el destino te mira con su cara más espantosa y burlona. Has perdido todo, tu nombre, el nombre grave de tu padre, la cara suave de tu madre, la voz amada de Magdalena, todo has perdido, menos lo que has venido realmente a perder a este pueblo después de 20 años de destierro: tu vida.
Te conté la suerte del correntino, te dije que debías entregarte. Tu afirmaste y entonces te ayudé a salir del agua ¿Quién sabe hace cuanto tiempo habrás estado sumergido en el olvido? Me preguntaste otra vez mi nombre , tu nombre, tu oficio y la historia del asesinato de tu padre. Por piedad nunca te nombré a Magdalena.
Confundido murmurabas todo lo que decía para tratar de evocarlo, una y otra vez sin resultado. te devolví tus llaves sucias con las frutillas silvestres del monte. Te expliqué otra vez lo que debías hacer y caminaste rápido hacia el auto. Te fuiste a toda velocidad sin siquiera voltear a mirarme, otra vez sin siquiera alcanzarme hasta mi casa.
Llegué agotado recién cuando oscurecía, hambriento, con miles de preguntas en mi cabeza. Solo al otro día me enteré que Borghi no se había entregado a la policía, lo vieron salir del pueblo sin siquiera buscar sus cosas del hotel. Por otro lado, al correntino misteriosamente lo encontraron ahorcado esa misma mañana, con un cinturón ajeno en la celda de la comisaría. El caso de la muerte de Aceval ya es historia vieja.
Confundido murmurabas todo lo que decía para tratar de evocarlo, una y otra vez sin resultado. te devolví tus llaves sucias con las frutillas silvestres del monte. Te expliqué otra vez lo que debías hacer y caminaste rápido hacia el auto. Te fuiste a toda velocidad sin siquiera voltear a mirarme, otra vez sin siquiera alcanzarme hasta mi casa.
Llegué agotado recién cuando oscurecía, hambriento, con miles de preguntas en mi cabeza. Solo al otro día me enteré que Borghi no se había entregado a la policía, lo vieron salir del pueblo sin siquiera buscar sus cosas del hotel. Por otro lado, al correntino misteriosamente lo encontraron ahorcado esa misma mañana, con un cinturón ajeno en la celda de la comisaría. El caso de la muerte de Aceval ya es historia vieja.
0 comentarios:
Publicar un comentario