Constancia (Parte 1)

Presten atención. Les presentaré el pueblo de Constancia, el pueblo donde hoy vivo y donde ocurren la mayoría de los relatos que mostraré en esta página. Constancia es un pueblo de solo 4000 habitantes que está situado en el partido de Lobería, al sur de la provincia de Buenos Aires. Pese a que sus pueblos vecinos están frente al mar, Constancia no tuvo siquiera esa suerte. Por eso los turistas suelen ser muy pocos y la mayoría están de paso. Sus amaneceres son planos y húmedos como en todo el interior de la provincia. Solo se escucha al llegar aquí los gritos de disuasión que hacen los teros, la autoridad con que contesta el chimango, más sutil quizás un hornero, una ratucha o esa otra ave gigantesca a la que llaman viento sur. Al pueblo de Constancia lo cruza un río poco caudaloso llamado el Leteo, que según dicen los parroquianos, tiene propiedades milagrosas: cuando uno se baña en sus aguas el olvido comienza a robarle los recuerdos.
El Leteo no es la única atracción que puede encontrar algún visitante negligente, también está la laguna Estigia, esta laguna importante a unos cinco kilómetros de Constancia se encuentra cerca del primer cementerio y la primera iglesia que tuvo el pueblo. La laguna estigia está alimentada por un arroyo que nace del río Leteo y que según también cuentan los viejos nativos, trae con sus aguas algunos de los recuerdos que ha podido arrancar el Leteo.

 La pesca en la laguna Estigia es buena y su gran tamaño hizo tentador a más de un emprendimiento privado y municipal de camping y cabañas. Pero la desgracia y la desidia parecen pasar otra vez por este pueblo: los accesos descuidados que tiene Constancia más el paisaje lúgubre y cercano del primer cementerio, también aquella primera iglesia en ruinas, hicieron que el turismo familiar siguiese de largo y que todos los proyectos fracasasen. En algún camino, aun quedan en pie las obras sin terminar y las publicidades oxidadas que promete la gestión municipal. Al parecer a diferencia del río, la laguna Estigia no puede por más que quiera deshacerse de la antigua memoria del pueblo. Como ya les conté, a Constancia lo cruza un rio pequeño llamado el Leteo y que según dicen los habitantes, cuando uno se sumerge inmediatamente el olvido comienza a borrarle los recuerdos.

 El Leteo no distingue buenos de malos recuerdos por lo que recomiendan y advierten a los forasteros no usarlo nunca, jamás para quitarse alguna pena. El río borra recuerdos pero no borra dolencias. Hubo casos en que unos desdichados se sumergieron en sus aguas para que se les quitara un dolor, un pesar agobiante y salieron del río solo con esa pena. Es decir, tenían un dolor muy grande en su pecho pero no sabían por que lo tenían. La angustia de un dolor sin nombre según cuentan los parroquianos, (no he podido corroborarlo) los llevó al suicidio semanas más tarde cuando escapaban hacia un pueblo vecino o en alguna de las habitaciones de ese único hotel de Constancia llamado "Las Acacias". Tampoco recomiendan los parroquianos que algún turista distraído abuse mucho tiempo de sus aguas. Hay más de un caso de gente que se ha bañado en el Leteo y salieron sin recordar absolutamente nada, ni sus nombres. Está el caso de "Fierro", un turista imprudente de la capital, sin saber las advertencias o desoyéndolas estuvo todo un día sumergido en el Leteo. Al salir, cuentan, vagó confundido por las calles de Constancia desnudo de toda ropa y recuerdo. "Fierro" lo apodaron los vecinos de Constancia ya hace casi veinte años, tan solo porque a los días letales de aquel suceso irresponsable, el hombre supo bien recordar el uso de la forja. Fierro es el herrero de Constancia, como ya dije, hace veinte años. "Fierro" es un apodo y es todo lo que tengo. Fierro soy yo y seré quien escriba en estas páginas que decidí llamar Estigia, como esas otras aguas que están llenas de historias.

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