Las once y cuarto de la mañana del sábado 19 de noviembre.
Unas calles vacías, un empedrado embellecido por el musgo y el abandono. La respiración de aquel lugar amontonan unas hojas contra una bóveda, la ciudad encontrada, un cementerio donde los árboles entraron solemnes para vivir con los muertos.
Sin siquiera ser vistos los hombres antiguos se desvanecieron en la soledad de aquel lugar. Así debía ser, listos para ser devueltos a la cal y a la tierra hasta el juicio final. La serenidad consuela en lentos atardeceres con la invisibilidad que cobran las cosas que tan despacio van por el mundo, aquellas acacias ciegas fueron cubriéndolo todo y nadie sabrá como comenzaron a crecer aun dentro de las mismas bóvedas.
En este lugar existen dos aguas, el Estigia y el Leteo. Ambos cruzan el antiguo pueblo de Constancia. La laguna Estigia es perezosa, suspendida y solo viajan en ella los muertos que no desean morir, los recuerdos se compactan como una pesada carga y navegan por ella para vivir entre los vivos. El Leteo en cambio es torrentoso al principio y se estanca al final, corroe los recuerdos en agua prenatal. En este río viajan los que olvidan y nacen en otro cuerpo y nombre.
En este lugar existen dos aguas, el Estigia y el Leteo. Ambos cruzan el antiguo pueblo de Constancia. La laguna Estigia es perezosa, suspendida y solo viajan en ella los muertos que no desean morir, los recuerdos se compactan como una pesada carga y navegan por ella para vivir entre los vivos. El Leteo en cambio es torrentoso al principio y se estanca al final, corroe los recuerdos en agua prenatal. En este río viajan los que olvidan y nacen en otro cuerpo y nombre.
El cielo se entumece y deja llover una simple garúa, clava sobre los pies una suntuosa liviandad y remueve olores de acacia y cemento. Los primeros en llegar al lugar son esos que pudieron imaginar algo distinto, las aguas aclaran como un ojo que despierta por primera vez, toda luz es demasiada y daña la privacidad del lago. Comienza la primicia de lo que se olvida una y otra vez, se avejenta la carne cuando la habitamos, se muere la carne cuando debemos abandonarla y se comienza una visión de vida, antigua vida que fue remojada en torrentosos Leteos, las claridades se hacen posibles gracias a las propiedades milagrosas de este río. En silenciosos pasos Libia se va acercando hacia aquel lugar como para una boda y el viento hace gesticular a los árboles como una muchedumbre emocionada.
Constancia siempre es el mismo bosque de acacias, siempre las mismas aguas, las mismas manos que se llaman, los mismos trenes y aquel monstruoso matadero abandonado. Los mismos muros que separan, los mismos silencios, la misma soledad y la misma muerte. Luego la intima espera de quien ha muerto por su voluntad, pero hay algo que si cambia y separa a todos: el nombre…
Constancia siempre es el mismo bosque de acacias, siempre las mismas aguas, las mismas manos que se llaman, los mismos trenes y aquel monstruoso matadero abandonado. Los mismos muros que separan, los mismos silencios, la misma soledad y la misma muerte. Luego la intima espera de quien ha muerto por su voluntad, pero hay algo que si cambia y separa a todos: el nombre…
-¿Cuales son los nombres?- pregunta Libia a los muertos que allí descansan -¡Cuales son los otros nombres con que ha nacido otra vez la joven ahogada!
- Magdalena, María Gabriela, Soledad …- Le responden susurrantes, como si no quisieran ya nombrarla.
Preparado, Era mi turno y entonces les pregunté:
-Ya nos hablaron de Magdalena, esa niña amortajada en el jardín secreto. ¡Ahora les suplicamos antiguos habitantes de Constancia, que nos cuenten sobre aquella otra vida que la une a mi casa desvencijada, esa casa misteriosa que me han regalado!
-Ya nos hablaron de Magdalena, esa niña amortajada en el jardín secreto. ¡Ahora les suplicamos antiguos habitantes de Constancia, que nos cuenten sobre aquella otra vida que la une a mi casa desvencijada, esa casa misteriosa que me han regalado!
Así comienzan un nuevo relato, el del segundo nombre:
Siempre el mismo bosque de acacias y una niña que se posa en el umbral ante el abismo. El bosque ha comido todo horizonte y por eso se sospecha algo infinito y perfecto... pero no lo es.
Siempre el mismo bosque de acacias y una niña que se posa en el umbral ante el abismo. El bosque ha comido todo horizonte y por eso se sospecha algo infinito y perfecto... pero no lo es.
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